“Una de las cosas que más me gustó de hacer el Máster es que allí conocí a gente que venía de áreas muy diferentes: sociología, bellas artes, historia, física, y como en mi caso, matemáticas y sanidad. Cada uno aportó su visión particular, sobre los temas que tratábamos: justicia, igualdad, belleza, libertad, moral, etc. todas ellas cuestiones fundamentales. El Máster proporciona así un espacio para el intercambio de ideas con personas diferentes, interesantes y sin miedo a profundizar. Este hecho enriqueció mucho las reflexiones compartidas en el trabajo y en las aulas, siempre muy abiertas al diálogo y la comunicación.

Hice mi maestría cuando era ya mayor y había trabajado como enfermera con enfermos mentales durante muchos años. Estoy absolutamente segura de que la reflexión filosófica que hice allí (también durante la carrera) me hizo mejor profesional. Por un lado, me ayudó a mejorar mis recursos y desarrollar otros nuevos: la capacidad de comunicación (escrita y oral) y las habilidades sociales, porque aprendí a entender un poco mejor a mis compañeros y por supuesto, y más importante, a los pacientes. Era mucho más consciente de los riesgos que implica un trabajo como el mío, donde los profesionales muchas veces caen, con las mejores intenciones, en dinámicas que vulneran directamente la libertad y autonomía de los pacientes: (infantilizamos, manipulamos, incapacitamos...). La filosofía potencia la capacidad crítica de las personas. Nos volvemos más rebeldes, más inconformistas y con mucha menos tolerancia a la injusticia. Puede haber quien diga que esto no sirve... Evidentemente no hace la vida más fácil, al contrario, a veces la hace más complicada pero de alguna manera también la hace más auténtica y más consciente".